Lo primero que conocí de Exodus fue su cuartel general en el parador de Playa Blanca, mejor conocido como "El búnker", entre quienes trabajábamos en la película. Hermosa
estructura que semeja una fortaleza y que se encuentra un tanto
retirada de la ciudad de Puerto del Rosario, tocado, por uno de sus flancos, por la franja atlántica
de mar. Una vez atravesados sus muros, empezaba la aventura de un hervidero de
gente que, desde esas oficinas, tenían una única misión: sacar Exodus adelante, fuera lo que fuera y costara lo que costara.
" La historia de los pueblos es la historia de su gente, no importa donde se encuentren "
sábado, 27 de septiembre de 2014
martes, 23 de septiembre de 2014
¡ El escudo estaba allí !
En los noventa
trabajé unas semanas en un consulado venezolano ¡no como cónsul ni mucho menos ¡ no
vayan ustedes a creer, sino como pintor de brocha gorda. Mientras los funcionarios se
dedicaban a lo suyo, quien escribe, caído en desgracia por andar de inventor, en vez de redactar tratados internacionales: limpiaba, barría, lavaba,
arrancaba alfombras vetustas y cables inservibles, restauraba puertas y
ventanas y en definitiva; pintaba y acicalaba las paredes
de nuestra misión en el exterior. Eso sí, con el corazón contento, agradecido
por la oportuna “chamba” y la oportunidad de servirle al país.
Una viruta para el cambio social
Una viruta un descubrimiento,
extracción de una diminuta partícula de madera a un listón. La acción repetitiva afina las destrezas, surge una
habilidad desconocida que sensibiliza los dedos y suaviza el pensamiento,
aparece de súbito un mundo menos hostil, una oportunidad, un paréntesis, un detente,
un corte de formón que afina los recuerdos para reinventar la niñez.
Recorremos
con las manos y el entendimiento las mismas líneas que siguieron nuestros
ancestros y nuestra mirada se extiende de lo artístico a lo social, dejando
atrás la competencia y el ansia de poseer, regalamos lo que hacemos. Transmitimos y rescatamos
el oficio perdido reivindicando a quienes honor merecen.
domingo, 21 de septiembre de 2014
( Capítulo I) El casting. Mi experiencia en Exodus.
Mi preparación para Exodus comenzó en mi muy temprana niñez allá en Caracas. En lo más profundo del mundo de los sueños, me entrené para volar. Aún antes de haber leído nada sobre el cordón de plata y los viajes astrales de los años sesenta, de pequeño empecé a soñar que aprendía a volar en las calles de la vecindad. De día, mientras mis compañeritos se dedicaban a faenas tales como: halar con un mecate a un gran perro bulldog o buscar tesoros escondidos debajo de las piedras; u otros más tremendos quemaban algún pajonal de las cercanías, quien escribe se pasaba las tardes, después de la escuela: midiendo la calle, explorado los alrededores, pateando el cemento, calibrando los baches, sacudiendo los brazos, estudiando las casas y en definitiva sopesando la manera de saltar por encima del gran muro que se erguía retador al final de la calle, y que escondía detrás, un árbol de granadas, cuyas ramas superiores se veían desde la distancia.
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